martes, 28 de junio de 2011

Mujeres y madres en tránsito


El director Oskar Tejedor prepara el tráiler de su próximo documental sobre inmigrantes - Las protagonistas relatan el duelo que viven en la distancia

ISABEL LANDA – El País - San Sebastián - 20/06/2011

La cámara recoge un plano en el que Norma, una hondureña de 39 años comparte con su jefa café y tertulia tras haber pasado el polvo por el salón. El encuadre muestra a una mujer hablando con sentimiento de sus dos hijos y de las dudas que le plantea traer al chico para que estudie Medicina. Son las 9.30 en una casa del barrio de Gros de San Sebastián donde Norma trabaja como asistenta. El realizador Oskar Tejedor (Legazpi, 1968) arranca así un intenso plan de rodaje para el tráiler que recoge la esencia de lo que será su próximo documental sobre mujeres inmigrantes. EL PAÍS ha sido testigo de las primeras tomas.
Se abre un diálogo entre las mujeres y sus familias en los países de origen
Norma, trabajadora social en su país y una mujer comprometida desde una asociación contra los malos tratos, es una de las seis protagonistas del nuevo trabajo del premiado director de documentales como Cuidadores o Balenciaga, permanecer en lo efímero, recientemente estrenado en España. Un trabajo que pone el foco en las mujeres inmigrantes latinoamericanas en tránsito, que han salido de sus países por diferentes motivos, la mayoría económicos, pero que les une que todas dejan atrás a sus hijos. Un duelo que pasa por diferentes estadios y que Tejedor quiere recoger en un documental que tiene en proyecto.
"Es la historia de un diálogo entre las mujeres inmigrantes y sus familias en el país de origen; la maternidad en la distancia. Una especie de inversión del Dorado de mujeres que buscan solventar sus problemas económicos pero que en el camino sobreviven como pueden al sufrimiento de dejar a sus hijos e incluso se arriesgan a la desestructuración de sus familias", adelanta Tejedor.
La idea de desarrollar un documental sobre una "problemática social que nos rodea pero que no es del todo conocida", puntualiza el realizador, nace a raíz de un proyecto de la asociación Bidez Bide para la sensibilización e información del proyecto migratorio tanto en los países de origen como en Euskadi. "Existía una necesidad de recoger las vivencias de estas mujeres que emigran. Para que las que desean emprender el camino y la ciudadanía de los países de acogida puedan conocer la realidad que viven", señala Soraya Ronquillo, miembro de Bidez Bide y colaboradora de Oskar Tejedor en la realización del tráiler que la asociación llevará a Perú para sensibilizar a los colectivos de mujeres.
En otra toma, Rosa limpia el portal de un inmueble del barrio de Amara ajena al revuelo de los técnicos de sonido e imagen. El director, con el guión en la mano, le pide que realice con naturalidad su trabajo. Es decir, coger con remango la escoba. Esta hondureña de 29 años, separada y con tres hijos, dos de ellos pequeños, lleva seis años en Guipúzcoa pero tiene intención de regresar a su país en pocos meses. Cuenta orgullosa, mientras repasa el suelo de mármol, que estos años de "duro trabajo" le han permitido levantar la economía familiar. "He ganado suficiente para poder pagar deudas, comprar una casa en mi pueblo en Choluteca [al sur de Honduras] y tener un dinero para montar un pequeño negocio textil allí".
El precio que Rosa ha tenido que pagar para lograr el desahogo económico de su familia es alto. Después de seis años sin ver a sus hijos no sabe si estos le reconocerán a su vuelta y además siente celos de las cuidadoras de sus hijos; su madre y hermana. "He pasado aquí demasiado tiempo y solo quiero ver a mis hijos. Esto se hace muy duro", reconoce.
Rosa es un ejemplo de lo que se conoce como el empoderamiento de la mujer latinoamericana. Un fenómeno cada día más extendido con 36.943 mujeres inmigrantes en Euskadi en 2010 procedentes de países de Latinoamérica, según el Observatorio Vasco de la Inmigración. Las mujeres toman el mando porque son económicamente independientes y las principales proveedoras del sustento de las familias. "Ganan dinero, mantienen a los suyos y se van posicionando de otra manera en la relación con sus parejas y sus familias para establecer unas relaciones de igualdad", explican desde la asociación Bidez Bide.
El 80% de las mujeres inmigrantes que llegan a Euskadi encuentran trabajo en el servicio doméstico cuidando personas mayores y menores dependientes. Normalmente, vienen con el visado de turista para tres meses y luego se quedan. Pero no es hasta los tres años cuando pueden solicitar el permiso de trabajo y de residencia, según la ley de Extranjería, siempre y cuando llevan ese tiempo empadronadas y cuenten con un contrato de trabajo. Es a partir de ese momento cuando se arraigan. La nueva situación, con los papeles en regla, les permite viajar a sus países de origen para ver a sus hijos sin miedo a que no puedan regresar a trabajar a su país de acogida.
Las protagonistas, Rosa, Norma, Marlene, Justina, Belinda, Elena y Rebeca no están escogidas al azar. El realizador Oskar Tejedor se ha rodeado de un grupo técnico formado por una psicóloga, un sociólogo y una antropóloga para dotar al documental de un contenido más allá del testimonial. "Los personajes están escogidos de forma que abarquen la problemática general desde diferentes ángulos. Queremos analizar qué oportunidades y qué amenazas encuentran estas mujeres desde el momento en que deciden abandonar sus países hasta el momento que llamamos de redefinición del proyecto, cuando tienen que decidir si se quedan o regresan a sus países", aclara Tejedor. El proyecto, en su primera fase de desarrollo, está pendiente de financiación. Una encrucijada más que frecuente para los directores que se agudiza con la crisis. "Hasta ahora he invertido mucho tiempo y muchas ganas. Solo falta encontrar ayudas económicas para realizarlo", apunta el cineasta guipuzcoano.
"Sufro por estar sin mis hijos"
Elena aprovecha un tiempo muerto mientras se desplaza en el autobús de un trabajo a otro para contar su historia por teléfono. No tiene mucho tiempo porque trabaja a destajo. No quiere pensar. Quiere tener la mente ocupada para no recordar el sufrimiento que arrastra por la separación de sus hijos. Es peruana, de 45 años, y lleva 11 meses en Zarautz. Por las mañanas limpia casas y por la tarde cuida a una persona mayor con quien vive y así se ahorra el alquiler.
"Intento controlarme porque necesito hablar con ellos y estar pendientes de lo que hacen allá pero es mucho gasto e intento distanciar las llamadas. Soy una madre en la distancia, sufro por estar sin mis hijos y no me acostumbro", dice Elena. Dejar su casa fue una apuesta arriesgada pero no veía futuro en su ciudad, Lima, para sus hijos; uno de 17 años y dos de 7 y 5 años. Su marido se desentendía del trabajo y quería ponerle a prueba. Esta mujer dejó a sus hijos al cuidado de una vecina a quien le paga por cuidarlos, mientras ella trabaja a 10.000 kilómetros cuidando a otros a cambio de un sueldo. Un retorcido encaje de bolillos con el único fin de darles una mejor calidad de vida a sus hijos.
Oskar Tejedor realizó el pasado mes de enero un viaje a Perú y Venezuela para investigar el desarrollo del documental. Junto a la familia de Elena El realizador recoge sus testimonios. "Se da una comunicación transoceánica muy ambigua por las dos partes; en Latinoamérica tienen un concepto distorsionado de la situación aquí y las mujeres en sus países de acogida navegan en un mar de miedos por cómo estarán viviendo allá. Esa maternidad a distancia a muchas les mata", opina Tejedor.
Los hijos y el marido de Elena viven en una zona humilde de Lima. Tejedor les acompañó en su día a día y los hijos hablaron de su madre y de su ausencia. Son muchos los testimonios de las mujeres que reconocen tener dificultades con sus familias por la distancia.
"¿Que si les compensa a estas mujeres el sacrificio? A algunas sí y a otras no".

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