martes, 6 de septiembre de 2011

El testimonio de los niños maltratados es fiable


EFE - Barcelona - 05/09/2011


El testimonio de los niños de tres a seis años víctimas de abusos sexuales o maltrato tiene una fiabilidad de entre el 70% y el 90%, según un estudio del Centro de Estudios Jurídicos (CEJFE) que pretendía acabar con la creencia, muy extendida en el ámbito judicial, de que los niños pequeños fantasean muy a menudo en estos casos.
El trabajo, basado en entrevistas a 135 alumnos de preescolar, defiende la credibilidad de los niños cuando evocan hechos traumáticos o que se salen de la cotidianeidad, y concluye que son capaces de narrar sus experiencias con gran detalle, ya que el índice de incorrección de sus relatos es de apenas el 5% o el 6%.
El estudio alerta de que, tradicionalmente, el sistema judicial ha expresado "serias dudas" sobre la credibilidad de los más pequeños, cuyo testimonio es a menudo clave en los procesos por abuso o maltrato. "El testimonio de los niños no se puede descartar solo porque tenga probabilidades de ser imperfecto", aseguran los autores del estudio.

Artículos interesantes:


In collaboration with Dr. Peter Selman, I've just posted a
"Focus on Intercountry Adoption",  http://www.familyhelper.net

The individual articles are: 

"Global adoptions fall one-third in six years"
      

"Expert sees further slide in intercountry adoption"
      

"Ethiopia puts the lid on international adoption"
       

"U.S. adopts the most Chinese children"
     

"When will Haitian adoptions start again?"

Enfermero transcultural. Barreras entre médicos y pacientes inmigrantes existen. Él trabaja para vencerlas.


El Periódico- Martes, 16 de agosto del 2011 
CARLOS MONTAÑÉS
Información publicada en la página 64 de la sección de Contraportada de la edición impresa del día 16 de agosto de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)
-Puede ser. Iba aprovechando las oportunidades.
-Y una de esas oportunidades lo llevó a ser modelo.
-Sí, más o menos. Tenía 17 años y había enviado una foto a un concurso de la revista Elle. Y gané. Se interesó una agencia francesa y ahí empecé a hacer pequeños trabajos en París.
-No todo el mundo envía foto a Elle.
-Ya lo sé, fue algo que hice por curiosidad, un impulso, y además lo hice convencido de que no iba a pasar nada. Pero ya ve, se convirtió en mi fuente de sustento durante varios años. Claro que esa era la época del boom de la inmigración, y aquella imagen del chico moreno, árabe, era muy bien recibida. Siempre acababa encajado en los temas étnicos.
-Qué era, ¿modelo de revista?
-No solo. Llegué a desfilar en la pasarela Gaudí, y en París, y en Milán. Fui modelo entre los 17 y los 23 años, y de esos hubo dos de mucho trabajo. Luego, poco a poco, lo fui dejando.
-¿Y qué hizo?
-Entré a trabajar en una consultoría. El modelaje no me ocupaba todo el tiempo, de hecho eran trabajos ocasionales, y mientras tanto había estudiado Mercadeo y Publicidad.
-Eso quiere decir que ya se había instalado en Barcelona, ¿no?
-Sí, ya estaba aquí.
-Recordemos un poco su historia. Sus orígenes.
-Por supuesto. Yo nací en Tánger, pero a los seis meses vine a vivir aquí. Nos instalamos en Berga, porque a mi padre, que era técnico de minas, le habían dado trabajo en Pedraforca. Él vio una oportunidad para dar un mejor futuro a su familia y nos trajo a todos, mi madre y mis siete hermanos. Y ahí me crié. En Berga.
-Hablemos de enfermería, venga.
-Mire, yo sabía que tarde o temprano iba a estudiar Enfermería. Lo que pasa, como le dije, es que iba aprovechando lo que iba saliendo. Pero un día, a los veintitantos, me puse una meta y me dije a mí mismo: «Antes de los 30 años voy a ser enfermero».
-¿Por qué lo tenía tan claro?
-Lo sabía desde niño. Cuando alguien enfermaba en casa, yo lo cuidaba. Una vez, por ejemplo, cuando tenía 12 años, mi padre se puso enfermo como a las cinco de la mañana, y de todos mis hermanos yo fui el único que se levantó y renunció a sus horas de sueño y lo acompañó al hospital. Con mi madre, claro. O cuando mis hermanos tenían fiebre: les cogía la mano y les hacía la cura que había leído en alguna revista.
-Ya veo. Lo raro es que haya trabajado en consultoría.
-Supongo. El caso es que mientras trabajaba me metí a estudiar en la Escuela Santa Madrona. Y el primer año, recuerdo, empecé a escuchar comentarios de compañeros que hablaban de comportamientos intolerantes, de médicos y enfermeras que hablaban de pacientes en términos de «esa mora», o «ese negro». Una discriminación que a mí me resultó insoportable. Entonces busqué algo que vinculara salud e inmigración. Y encontré a Madeleine Leininger.
-¿Madeleine...?
-Leininger. La mayor autoridad en medicina transcultural. La leí, me inspiró, me puse a investigar e hice un manual sobre cómo viven la enfermedad las diferentes culturas, detallando cuál debía ser el comportamiento del profesional teniendo en cuenta las excepciones culturales. Nunca lo publiqué, pero lo repartí entre los compañeros, en los hospitales donde hice las prácticas... Y me causaba una gran alegría cuando algún médico lo ponía en práctica.
-¿Y usted? ¿Ha tenido la ocasión? ¿Ha podido desarrollar esto?
-La verdad es que ahora mismo trabajo en un centro geriátrico, y ahí no hay muchas oportunidades. Pero lo que estoy haciendo ahora es asentando, dándole una forma más científica, más sólida, a todo esto. Por ejemplo, ha salido la oportunidad de este manual convertirlo en algo que se pueda publicar. Y además acabo de terminar un máster, durante el cual hice una investigación sobre las barreras de comunicación entre las enfermeras de los CAP de Barcelona y los pacientes inmigrantes. Las barreras idiomáticas, las culturales, las barreras de la desconfianza...
-¿Estamos hablando de racismo sin hablar de racismo?
-Hay racismo, sin duda. Es lo que más problemas causa. Me gustaría que no fuera así, pero es así. Yo he estado ahí, lo he oído: «Ya está aquí el negro este». Eso no puede ser. Es una persona que necesita tu ayuda, sea de donde sea. A mí oír eso me ponía de muy mala leche.

China endurece la adopción para evitar el tráfico de niños


Solo orfanatos oficialmente designados podrán ofrecer bebés abandonados

JOSE REINOSO - Pekín –El País- 17/08/2011
El Gobierno chino va a endurecer las reglas de adopción por parte de las familias chinas para luchar contra el tráfico de niños, según publicó ayer la prensa oficial. Una vez que sea aprobada la nueva legislación, solo los orfanatos oficialmente designados podrán ofrecer bebés y niños abandonados. Además, los adultos que adopten sin el registro oficial no serán reconocidos como padres legales, y las autoridades negarán el certificado de residencia a los críos cuyo origen sea dudoso. El certificado, conocido como hukou, es crucial para la educación, la atención sanitaria y el empleo en el país asiático. Actualmente, las parejas chinas sin hijos pueden adoptar de cualquier fuente, lo que ha originado un floreciente mercado clandestino, alimentado por familias que quieren tener niños o gente que los compra para utilizarlos como mano de obra esclava.
Ji Gang, director del departamento de Adopción Doméstica del Centro para el Bienestar y la Adopción de China, aseguró en el diario China Daily que obligar a los futuros padres a ir a través de los canales oficiales reducirá la demanda de niños secuestrados, un grave problema que ha generado la ira de muchas familias cuyos hijos han sido robados por bandas de traficantes.
La normativa, que se prevé que sea propuesta al Gobierno a finales de año, obligará a quienes descubran un niño abandonado a que informen inmediatamente a la policía, que comprobará su identidad, y, si procede, lo enviará a un orfanato, según Gang.
Miles de bebés -especialmente niñas- son abandonados cada año en China, que en los últimos tiempos ha endurecido también las reglas de adopción internacionales. El pasado julio, la policía rescató a 89 niños que habían sido secuestrados y arrestó a 369 personas, supuestamente ligadas a redes de compraventa, según la prensa de Pekín. Algunos de los menores eran vietnamitas, y fueron vendidos en las regiones chinas de Guangdong y Guangxi, en el sur del país. Otros eran chinos. Algunos de los bebés recuperados -de edades comprendidas entre 10 días y siete meses- habían sido drogados con somníferos.
Muchos sociólogos aseguran que las medidas oficiales de control de natalidad, destinadas a limitar el crecimiento de la población y la preferencia tradicional por los hijos varones, han impulsado el tráfico de niños y mujeres en China. Según la política de hijo único, las familias que viven en las ciudades solo pueden tener un hijo, mientras que las residentes en las zonas rurales en general pueden tener dos si el primero es niña. La consecuencia es que muchas niñas son abandonadas, vendidas o entregadas en adopción