miércoles, 27 de julio de 2011

Revolución fallida


Dice mi amigo que las mujeres no llegarán tan lejos como creía pues han vuelto a los roles antiguos

Artículos | -La Vanguardia-16/07/2011 - 00:00h
Mi amigo lo constata en un proceso de selección de personal y yo le rubrico la evidencia. Es cierto. A pesar de que llevamos décadas cambiando el paso de la sociedad patriarcal a una sociedad donde las leyes garantizan la igualdad de oportunidades, no hemos cambiado el paradigma que reparte los roles familiares. Por supuesto los motivos son múltiples: no hemos conseguido la conciliación laboral, y los horarios masacran a la familia cuyos dos miembros trabajan, lo cual recae generalmente en la mujer; no hemos cambiado el chip colectivo, que sitúa la mujer en el centro de la responsabilidad familiar; y por no cambiar, no nos hemos cambiado a nosotras mismas, aún atrapadas en nuestra autoexigencia materna. De todas esas revoluciones fallidas, ha surgido una generación de mujeres jóvenes que ya viven y trabajan en una sociedad con leyes igualitarias, pero que compiten en el mercado laboral sin que ello permita una situación familiar también igualitaria. Y es así como, ante el dilema, ceden siempre ellas. Es decir, si el trabajo ofrecido implica horarios que no son fácilmente compatibles con los hijos, o reduce sensiblemente su capacidad de dirigir la nave familiar, muchísimas mujeres optan por perder esas ofertas laborales, aunque les interesen, incapaces de saber cómo conciliar sus diversas responsabilidades. Por supuesto el artículo no pone en cuestión la decisión personal de una mujer de priorizar su faceta de madre a la de profesional. Si una mujer decide abandonar su profesión porque quiere dedicarse a la familia, y si ello forma parte del pacto de la convivencia, nada hay por debatir. La libertad se basa en la capacidad de optar, y ante la opción libre callan las palabras.

Pero, ¿realmente estamos ante esa situación de libertad? Es decir, ¿las mujeres que rechazan un trabajo lo hacen porque optan libremente? ¿O la mayoría se ve presionada por una atmósfera social y familiar que la sitúa en el centro del dilema, como si fuera la única responsable de los hijos? Es cierto que esa opción no la toman, como ocurría en el pasado, bajo ninguna obligatoriedad, pero hay presiones más sutiles que son igualmente demoledoras. Mientras el hombre no se plantea nunca perder un buen trabajo porque ello le impide asumir completamente sus roles paternos, la mujer lo tiene siempre presente y toda la sociedad la responsabiliza en el momento de tomar decisiones. Dice mi amigo que las mujeres no llegarán tan lejos como él creía, porque han vuelto a los roles antiguos. ¿Tiene razón? Probablemente la tiene en parte, aunque duela la evidencia. Y no sólo porque existe un techo de cristal laboral que presiona a las mujeres hacia abajo. Tiene razón sobre todo porque hay un techo de cristal peor que aún nos presiona más, el que tenemos instalado en el centro mismo del alma, allí donde habitan las culpas milenarias de la maternidad.

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